Creo firmemente
en la Luz
la que nunca nos deja
aquella que se refleja
en los cristales acuosos
del llanto con el que se miran
las filigranas de nubes
en las noches más oscuras
creo que ella
salta los linderos de la desesperanza
y corre
corre lejos del país del desatino
donde la demencia colectiva
insiste en trazar mapas
en delinear fronteras sobre las aguas
Por cuanto intangible y cierta
su naturaleza absoluta
es el cosmos infinito del alma
Creo
en su porfiada esencia libre
en la inminente capacidad
que tiene de caer
redonda como las cosas ciertas
oblicua y perpenticularmente
sobre la tozudez humana
hasta dejarla muda
de tanta hermosa locura
Aquello que
los vigilantes de las tinieblas
insisten en llamar
concienzuda razón del orden de las cosas
no son más
que inútiles cárceles
para el resplandor
que solo tienen las almas auténticas
viajeras expertas
entre los barrotes
y las grietas
y los puños apretados
El credo de Vida
es fecundo manifiesto
donde todo tiempo es perfecto
Fuera de las murallas
de la ciudad de la noche
de las calles del desconsuelo
de las tierras del fango
más allá de los párpados caídos
de los ángulos obtusos
de los músculos rígidos
del abismo de sueños
ilumina sin enceguecer
la escrupulosa verdad que siempre es
Yo creo que la Luz
nunca nos deja
nos basta solo habitar en ella
confiadamente desnudos
sin temor alguno a los desengaños
©hebemunoz
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